Alguien se queda sentado en una silla en medio de una nada, arrojado a un limbo caliente, y decide, se concentra en un solo instante. Al mismo tiempo entre ellos se irá practicando una pasión reciproca determinada. Es su punto de partida, a partir del cual despliega un universo. Pero el universo es indiferente, y no hay un manual de instrucciones para introducirnos, a partir de una serie de pasos (una progresión dramática), en el pasado que vendrá. Será una competencia sin premio sin castigo, que pierde sentido y se desintegra, y en cada uno de sus capítulos cada cual apuesta a su objetivo, e intenta cumplirlo como puede. Pero siempre hay nuevas mudanzas que pueden hacer que la arbitrariedad merme o desaparezca, y las imágenes anteriores dejan paso a las mismas preguntas habituales, devolviéndoles su aura. Lo que resta es, literalmente, jugar a los dados.
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