domingo, 7 de agosto de 2011

ser de yeso

Nada es casual.
Se despiertan a la mañana y no van a trabajar, pero hay cosas que les gustaría hacer: salir y ser sociables caminando en el bosque por picadas que atraviesan arroyos susurrantes. Ensimismados, en presencia de acciones y actos amenazantes, ante el abismo de personas de una fragilidad en suspensión, tan blandos como duros, reales e imaginarios, intrigantes y austeros, caprichosos aunque dóciles, con una Inmensurable manifestación gestual de quietud y turbación, tan ajenos a la crueldad, no sucumben ante la demolición del momento. Son donde no hay tiempo en la materia firme (volumen solemne, uno e indivisible). No son virtuosos ni licenciosos, tienen la mirada fría e intensa, no opinan para que su vida no se convierta en un desastre de residuos blancos, como un cadáver disecado. Son el mapa íntimo y sin sutilezas ni matices visibles umbrosos, de un conflicto dominado por los secretos y los ocultamientos. Un constructor les atribuyo el papel de un grupo en ruinas que imponen con crueldad la idea del instante como imagen rustica de un botín de guerra. Los residuos, las incisiones, los tajos, las desvinculaciones. Los restos con los que ocurre algo semejante pero magnificado de un distanciamiento matemático, algorítmico.
Lo importante es el yeso no la muerte.

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